Por Samuel Toro C.
Bajo una interesante y
provechosa tertulia, en la cual conversaban y opinaban otros invitados en
casa/taller de Arnoldo Carvajal, dialogamos, de forma muy amable, sobre el
proceso de su producción de obra. Para desarrollar un alcance en relación a
ella es necesario, inevitablemente, referirse a una procesualidad que se viene
dando desde los inicios de tesis en la Universidad, cuando comenzó a ejecutar
reflexiones y cuestionamientos estéticos en torno a referentes específicos que
remitían a una temática en común en los 90: “la cita de la carne”. Desde
referencias como Bacon o Rembrandt, Carvajal metodologiza, en forma personal,
este principio de cita desde el principio del corte. El corte en variadas
disciplinas y transdisciplinas nos lleva a una abrupta situación de escisión
“violenta” que fragmenta, mínimo en dos partes, una condición unitaria. El
corte de carne, de un cadáver, lleva la metáfora abrupta del proceso violento
de pseudosobrevivencia alimentaria, de prospección (en relación a los
referentes pictóricos citados) industrial del corte civilizatorio e incluso
epocal de los cuerpos.
Ahora bien, Carvajal,
desde su hacer, vincula el principio del corte a la fragmentación espacial,
pero yo, en este texto, lo invito, sin muchas cualidades forzosas a los abruptos
cortes que ha escindido la cultura de las artes en su proceso de desarrollo
vinculado, pasiva o activamente, con los cambios epocales. La integración de
esta breve y rápida reflexión se vincula sin dificultad a la fragmentación
temporal del transcurso y períodos pictóricos de nuestro expositor Arnoldo Carvajal,
pues, desde una manera fragmentada, ha desarrollado dos períodos que se vinculan,
pero solo por lo forzoso de una primera instancia académica. Hoy, según sus
propias palabras “realiza lo que solo necesita para sí mismo”. Pero esta
realización no se desvincula de la propia herencia, la cual intenta escindir,
cortar; pero hoy ya no desde el soporte Carne, sino de su propio espacio
temporalidad entramada en el fenómeno mismo del acto de pintar. El cuerpo (o
fragmento) carne se traslada o desplaza al cuerpo pictórico en sí (si es que se
puede hablar en estos términos aún hoy).
Parte de este traslado
formal se da desde el cambio en la manipulación material, o más bien en el uso
que le da a ella: en este período - del cual es parte la exposición a que
corresponde este catálogo – se entra en la tradición del bastidor y la
supresión del mismo, es decir, la “eliminación” del bastidor. En esta
“libertad” de desprenderse de la rigidez de la madera que lo soportaba comienza
a usar sábanas. La curiosidad entramada a través del tiempo se nos presenta en
un período que contiene dos aspectos concomitantes: las ramificaciones
constructivas de las composiciones de sus actuales pinturas, las cuales
conservan sensaciones viscerales de la herencia de la carne, tanto por algunos
colores generales, como por lo orgánico de las mismas, pero en este caso son órganos
ficticios de una posible construcción
compleja vinculada al cuerpo, pero ya sin corte, sino con extensiones que
enlazan uniones, cual posible reconstrucción imaginaria de nuestro autor sobre
los cortes pasados.
El segundo aspecto de
la concomitancia es la soltura de los formatos de telas sueltas, en las cueles
el fragmento y los espacios de descanso
visual que se permite posibilitan un segundo nuevo tipo de cuerpo, pero ya no
de la literalidad del corte, sino de ese espacio abierto que permite encontrarnos
con la pregunta inacabada sobre si logró conjugar estas composiciones como
formas de aperturas insanables de los cortes del pasado, pero llevadas a un
momento en que sus lecturas ya no corresponden al principio de los 90, sino,
posiblemente a su pulsión elaborada, o acaso también forman parte de la
(re)composición de los cortes del pasado como en el caso de los trabajos con
bastidores de madera impregnados de colores relacionados con esas entrañas que mencionaba, pero construidos sin el
aspecto neo barroco y entramado de sanación (tanto del cuerpo físico como el de
una posible cuidad Otra), sino desde una unión compositiva más sutil e
invisible que nos puede invitar a conocer futuros trabajos en los cuales
podamos leer una construcción sanadora y unidora de lo no perceptible: el
principio de la problemática discusión de la bella invisibilidad posmoderna.
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